Seguimos traduciendo para ti artículos de David Allen. Hoy te compartimos uno que trata sobre el horizonte superior en el esquema de perspectiva que propone GTD: el propósito. En él, Allen nos habla de la importancia de este horizonte, incluso en los aspectos más «operativos» de nuestras vidas.

    Últimamente, los gurús de los negocios y de la autoayuda han hecho mucho hincapié en el «propósito» como objetivo de nuestras organizaciones y de nosotros como individuos. No puedo estar más de acuerdo con esas exhortaciones a aclarar los Grandes Para Qué de nuestras empresas, nuestros trabajos y nuestras vidas. ¿Qué somos? ¿Qué soy?

    Sería absurdo negar el valor de encontrar las respuestas a estas preguntas. Durante muchos años, tanto yo como nuestro equipo GTD hemos reflexionado y profundizado en múltiples conversaciones y decisiones sobre estas cuestiones, y seguiremos haciéndolo.

    Pero, ¿qué pasaría si lleváramos esta reflexión a un nivel mucho más mundano y práctico en nuestro día a día? ¿Tendría un valor equivalente? Por ejemplo: ¿Para qué tienes un perro? ¿Para qué tienes un coche? ¿Para qué desayunas lo que desayunas?

    ¿Para qué tomas una copa de vino? ¿Para qué estar en Facebook? ¿Para qué tener una empresa?

    A menudo suponemos que las discusiones sobre el «propósito» relegan nuestro pensamiento a los horizontes más medulares y sublimes de nuestra existencia. Y, en efecto, centrarse en esos niveles es valioso —en el esquema más amplio de las cosas— para nosotros mismos y para nuestras empresas.

    Pero, ¿y si esa pregunta fundamental de «¿para qué?» pudiera y debiera apuntar a algunos de los aspectos más cotidianos de nuestro trabajo y nuestra vida?

    Según mi experiencia, muchas situaciones pueden mejorar enormemente con una reevaluación rigurosa y la toma de conciencia de para qué se crearon en primer lugar y si siguen siendo necesarias de la misma manera.

    ¿Para qué tienes una «sala de estar»? La mayoría de la gente que conozco que tiene una sala de estar no vive en ella. Un oxímoron. He conocido y trabajado con gente sofisticada que compró una casa nueva y convirtió el «salón» en su oficina. Era más ligero, estaba más cerca de la cocina para tomar café y aperitivos, y era donde pasaban la mayor parte del día. Inteligente.

    La mayoría de la gente que tiene un «comedor» no come en él. ¿Para qué sirve entonces? Los comedores surgieron porque la gente tenía sirvientes que preparaban la comida en la cocina y la servían en el espacio formal para comer. Dudo que muchos de los que están leyendo esto y tienen un comedor también tengan sirvientes en la cocina. Si es así, probablemente siga funcionando. Si no, estáis desperdiciando vuestro patrimonio inmobiliario. Durante un tiempo me dediqué a la navegación y a los veleros y me di cuenta de que los barcos más antiguos y grandes tenían cocinas y espacios centrales separados. Eso era porque antes tenían tripulaciones, con cocineros. Ya no: los barcos más nuevos combinaban el espacio para cocinar y comer en uno solo. Pensar con propósito.

    Este es mi reto y mi invitación: Observa tu entorno físico, digital e incluso tus relaciones. ¿Para qué tienes lo que tienes? ¿De qué podrías deshacerte que realmente no necesitas? ¿Qué podrías reutilizar para que te sirviera mejor? ¿Qué podrías añadir a tu situación para mejorar tu experiencia?

    Cuestiónalo todo. A continuación, explóralo todo. Y luego asegúrate de que tienes claro el propósito de lo que decides hacer. Eso es llevar el concepto «compromiso apropiado» a su nivel más sofisticado.

    David Allen