En este artículo, David Allen pone un ejemplo muy claro del «vísteme despacio que tengo prisa».

    Lo hace refiriéndose al correo electrónico, uno de los principales agujeros negros de nuestra efectividad. Y es que cuesta menos pensar y tomar decisiones sobre un correo cuando lo tocas por primera vez —y organizar, si es necesario, un recordatorio en tu sistema— que pensar y repensar sobré él cada vez que lo ves en tu bandeja de entrada. Aunque pueda parecer contraintuitivo.

    La trampa de mantenernos siempre ocupados.

    Hace poco, durante una sesión de coaching con un ejecutivo, descubrí que eso de mantenernos siempre ocupados para no pensar podía llevarse un paso más allá, convirtiéndose en «mientras pueda concentrarme en hacer algo que parezca productivo, no tendré que lidiar con la presión que me genera todo lo demás que tendría que estar haciendo».

    Mi cliente ya había aclarado casi todos sus emails, solo había dejado una docena de ellos en la bandeja de entrada. Decía que, como iba a tardar más de dos minutos en responderlos, prefería mantenerlos ahí.

    Ya había configurado en Microsoft Outlook una categoría de tareas llamada «En el ordenador». Yo quería que dejara de utilizar la bandeja de entrada como contenedor de recordatorios, y probar la sensación que da tenerla completamente vacía. Por eso le animé a mover esos emails a su lista de «En el ordenador».

    En cuanto lo hizo, vio la luz. «¡Ah! ¡Ahora puedo ver todo mi trabajo en un mismo sitio! Si hubiera dejado los emails en la bandeja, me habría puesto a trabajar en ellos directamente porque habría sido la opción más fácil. Ahora puedo evaluarlos en el contexto de todas las cosas que tengo por hacer. Al moverlos, no los he perdido, los he puesto en perspectiva. He estado dejándome llevar, ocupado con las opciones más fáciles, en lugar de sentirme mejor por tomar mejores decisiones».

    Salir de la trampa.

    Edita las líneas de asunto del correo electrónico cuando lo guardes, respondas o reenvíes (si el programa lo permite) para que refleje su contenido. Un momento de esfuerzo mental te facilitará mucho el procesamiento posterior, a ti y a los demás, a la hora de evaluar de qué va ese correo cuando se transforme en cosas diferentes con diferentes propósitos.

    Nuestra RAM psíquica tiende a centrarse en los temas más recientes o que nos producen mayor respuesta emocional, y eso rara vez es lo más eficaz. Del mismo modo, si tu sistema de recordatorios está descentralizado y desorganizado (post-its en tu pantalla de ordenador, notificaciones en el teléfono, papeles por toda la oficina, interrupciones de gente…), será muy fácil caer en trabajar en lo que esté más a mano. Pero lo que nos parece más evidente no es el mejor criterio para decidir qué hacer en cada momento. Párate. Haz lo que tengas que hacer para sentirte tan bien como sea posible con lo que estés haciendo en cada momento. Nunca puedes estar lo suficientemente ocupado como para disipar la necesidad de mantenerte así. Y cuando quieras elegir en qué trabajar, será mucho más fácil elegir no hacerlo.

    «Todo debe hacerse lo más sencillo posible, pero no más sencillo que eso», dijo Albert Einstein.

    David Allen