En esta ocasión David Allen nos habla de la importancia de contar con un sistema completo de recordatorios que contenga todos los resultados que queremos conseguir y los primeros pasos que hay que dar hacia su consecución.

    Lo cual, tiene varias ventajas. Y una de ellas es que en los momentos en los que no contemos con la energía o las circunstancias adecuadas para hacer los trabajos «más importantes», podremos avanzar en otras cuestiones que también son necesarias, y que habrá que hacer igualmente.

    El concepto de listas de tareas diarias o semanales está tan obsoleto como los teléfonos de disco. Necesitamos tener una visión total y holográfica de todo lo que queremos lograr, y de todas las acciones necesarias para iniciar cualquiera de ellas. Y necesitamos tener acceso a vistas de esas acciones siempre que podamos hacerlas.

    La mayoría de las personas con las que me encuentro en las organizaciones de mis clientes están hasta arriba de trabajo y se sienten abrumadas. La estrategia y el triaje son necesarios para abordar esto, pero al menos tan importante es el requisito de que las personas establezcan sus vidas para ser mucho más eficientes a la hora de hacer mucho más en un día.

    Para robar una estrategia de Motorola, necesitamos «minar el ancho de banda». Desarrollaron una tecnología que utilizaba las áreas más discretas «entre líneas» en las frecuencias de radio ya existentes. Del mismo modo, tenemos que estar preparados para, y aprovechar, los extraños espacios de tiempo y energía desiguales en los que nos encontramos.

    ¿Alguna vez has tenido la capacidad de atención de un mosquito… ya sea impuesta externamente (como en el asfalto de O’Hare) o generada internamente (como a las 16:30 en un día de seis reuniones, cinco de las cuales fueron brutales)? ¿Alguna vez has tenido un periodo de tiempo corto (pero aún desconocido), con una distracción informal, como esperar a que empiece una reunión tardía? ¿Alguna vez has tenido un viaje de cinco horas en avión con mínimas interrupciones?

    Hay muy pocos momentos y lugares en los que realmente tenemos el nivel de energía, las herramientas y los plazos ininterrumpidos adecuados para trabajar en algunos de nuestros trabajos «más importantes». El resto del día, no deberíamos sentirnos culpables por no estar trabajando en el «primer trabajo». Más bien, deberíamos maximizar nuestra productividad eligiendo cosas que hacer (que vamos a hacer de todos modos, en algún momento) que se ajusten a la situación.

    Ponte al día con el material de lectura y revisión del tipo FYI mientras esperas las reuniones. Regar las plantas y llenar la grapadora cuando el cerebro está frito. Llama a Marriott y haz una reserva cuando tengas diez minutos antes de embarcar. El problema es que la mayoría de la gente no tiene todas esas opciones ya pensadas y puestas en cubos adecuadamente accesibles para rebuscar cuando aparecen esas situaciones. Y la mayoría de las veces, cuando aparecen esas franjas horarias extrañas, no tienen la energía necesaria para recordarlas o averiguarlas.

    Es una línea sutil y fina entre hacer cosas menos importantes como forma de procrastinar, y hacerlas porque es lo más productivo que se puede hacer efectivamente. En el peor de los casos, es una forma energizante de perder el tiempo de forma semiproductiva. En el mejor de los casos, es mantener la baraja despejada y utilizarte de forma óptima como recurso.

    David Allen