En una de las numerosas entrevistas que le hacen a David Allen, le preguntaron qué pensaba acerca de los objetivos. Ya sabes que es un tema no exento de polémica en el ámbito corporativo. ¿Cuál es su verdadera potencialidad? Aquí tienes su respuesta:

    No es raro encontrar a mucha gente hastiada —en el mejor de los casos— del supuesto valor de fijarse objetivos, dado el estrés creado por lo que a menudo se percibe como expectativas artificiales decretadas desde arriba.

    Siempre existe el dilema de intentar fijar objetivos lo suficientemente bajos para que sean «realistas», pero lo suficientemente grandes para que sean «estimulantes, emocionantes, retadores» (¡y a veces necesarios!).

    Este es un tema para un sinfín de libros de negocios y expertos en motivación. Solo quiero destacar una perspectiva que me ha resultado muy útil a lo largo de los años. El valor de los objetivos no reside en el futuro que describen, sino en el cambio de percepción de la realidad que fomentan.

    En lo que nos centramos cambia lo que percibimos. Nuestro cerebro filtra la información, viendo una cosa en una situación en lugar de otra, basándose en aquello con lo que nos identificamos, en lo que tenemos puesta nuestra atención.

    En una reunión, los optometristas se fijan en quién lleva gafas, los defensores de la discriminación positiva en la proporción de minorías en el grupo y los diseñadores de interiores en la combinación de colores.

    Del mismo modo, si te paras un momento y te permites imaginar que dentro de cinco años tu vida será todo lo fabulosamente espectacular que puedas imaginar, ¿cómo sería un domingo por la tarde? ¿Leyendo excelentes críticas de tu libro más vendido? ¿Navegando por el océano en tu propio barco? ¿Sintiéndote relajado, inspirado y divirtiéndote a lo grande con un montón de tiempo libre para leer, jugar con los niños, explorar nuevas aficiones…?

    Ahora imagina lo bien que podrías estar dentro de diez minutos… Probablemente serán distintas las imágenes que generes o percibas.

    Ambos son ejercicios de fantasía. Cada uno de ellos dará instrucciones a nuestra mente para que busque información que sea relevante para las imágenes. ¿Cuál es «mejor»? Depende de si quieres empezar a ver revistas de navegación, ideas para un libro o formas creativas de tener más tiempo libre. Esa información está a tu alrededor, todo el tiempo. Pero si no estás preparado para percibirla con un enfoque que te abra a ella, pensarás que no existe.

    La razón de ser de los objetivos a largo plazo es el permiso que nos dan para identificarnos con el mayor valor que podamos, de modo que cambien nuestras percepciones filtradas. El futuro nunca aparece (¿te has dado cuenta? ¡Siempre es hoy!), pero jugar con él como un plano de trabajo puede ser una herramienta extraordinariamente útil para ver cosas (y cómo hacerlas y tenerlas) que antes no veías. Las empresas más innovadoras son las que tienen objetivos más ambiciosos.

    El futuro es una ilusión, pero muy útil.

    David Allen