Hablemos de cómo establecer prioridades

    En este artículo, David Allen reformula lo que significa establecer prioridades.

    Lo hace alejándose de los métodos que nos invitan a establecerlas de antemano, como ponerles un código «ABC» u ordenar las 10 cosas más importantes, y reivindicando que priorizar es algo que solo podemos hacer con sentido en el momento presente, teniendo en cuenta las limitaciones de nuestras circunstancias.

    «¿Cómo establezco prioridades?» Escucho esta pregunta con tanta frecuencia que asumo que la mayoría de personas piensan que podrían y deberían hacerlo mejor.

    Tengo una opinión radical al respecto: aprende a escuchar y confiar en tu corazón. O tu intuición, o tu instinto, o cualquiera que sea la fuente de esa misteriosa y maravillosa «voz suave y apacible» que, de alguna manera, te conoce mejor que tú mismo, y que sabe lo que es mejor para ti incluso mejor que tú.

    Los códigos de prioridad «ABC» no funcionan. Enumerar las 10 cosas principales que crees que debes hacer, en orden, no funciona. Esta noche a las 8 de la tarde tendrás una prioridad diferente a la que tienes ahora a las 10 y media de la mañana. Y, a veces, lo más estratégico para ti será regar tus plantas. Por ejemplo, cuando has estado en seis reuniones, sientes que has salido perdiendo en cinco de ellas, y a media tarde tienes el cerebro hecho papilla y la capacidad de atención de un pez. Ese es el momento de regar tus plantas y reponer las grapas. ¿Por qué? Porque no puedes hacer nada más, y de todos modos tendrás que regar tus plantas en algún momento.

    En el día a día, momento a momento, no hay ningún algoritmo o fórmula que dure mucho tiempo, o que realmente valga la pena tratar de concretar en algún sistema escrito o codificado. Los cuatro criterios que usarás para decidir qué hacer (en orden de prioridad) son:

    • Contexto (¿Qué puedo hacer dónde estoy?)
    • Tiempo (¿Cuándo tengo que hacer otra cosa?)
    • Energía (¿Cómo de cansado o fresco estoy?)
    • Prioridad (¿Qué tiene el mayor beneficio para mí si lo hago?)

    La idea de «recompensa» para ti mismo es intuitiva. Pero no seamos frívolos: ¿Cuándo fue la última vez que tú y tus compañeros de trabajo como grupo mirasteis sinceramente hacia el futuro y tomasteis decisiones difíciles sobre lo que sigue siendo de vital importancia y lo que no? (¿Cuándo fue la última vez que decidiste cuál es realmente tu trabajo?) ¿Cuándo fue la última vez que te sentaste personalmente y pensaste en dónde estás en tu vida, en todos los frentes, hacia dónde te diriges y qué es lo que realmente querrías que fuera diferente de como es?

    Lo ideal es revisar con regularidad el horizonte más amplio de tu trabajo y tu vida, profundizando a todos los niveles (conscientes o no) a los que pueda afectar. Después, organízate y mantente al día de tus realidades y compromisos actuales, de forma que cuentes con una base lo suficientemente clara para escuchar las indicaciones y corazonadas internas y seguirlas sin distracciones.

    ¿Debo trabajar en este artículo que necesito escribir? ¿O llamar a la tía Susi? ¿O cuadrar mis gastos? ¿O planificar la estrategia de marketing del próximo año? ¿O tomar una cerveza y pasar tiempo con mi pareja en el patio? ¿Quién sabe?

    Mantente abierto a tu propio espíritu y a sus indicaciones (¡o incluso considera preguntarle!), y luego corre el riesgo de seguir tu mejor suposición, presta atención a los resultados y corrige el rumbo a medida que avanzas. Nunca he encontrado otra forma de hacerlo.

    «Lo primero, primero; lo segundo, nunca» – Shirley Conran

    David Allen