La jugada del día

    Hoy te presentamos un artículo de David Allen haciendo referencia a esos momentos en los que parece que nos ha pasado un equipo de rugby por encima.

    De repente, nos encontramos en el suelo, llenos de barro y sin saber ni dónde estamos. Pero esos días también se trabaja, así que toca levantarse y orientarse. Vamos a ver cómo. 

    Cuando las cosas se ponen difíciles, es fácil entrar en un bucle negativo en tu discurso: «¡Oh, no! ¡Las cosas están apretadas y difíciles!». Te lamentas de tu suerte y te dejas llevar por la decepción. En realidad, estos momentos son siempre grandes oportunidades para reevaluar lo que realmente estás haciendo y madurar tu pensamiento y enfoque. Los tiempos difíciles pueden ser buenos siempre que sepas a qué juego estás jugando y la jugada que estás haciendo.

    Es fácil decirlo. Pero los cambios en tus circunstancias —especialmente los que parecen estar fuera de tu control y producir dolor (un mercado bajista, cosas que hacen otras personas que nos crean dificultades y otros «accidentes» de la vida)— pueden pillarte muy desprevenido. ¿Has tenido alguna vez la sensación de que acabas de despertar en un campo de rugby, siendo atropellado por jugadores más grandes, más duros, más feos y más rápidos que tú, y no tienes ni la más remota idea de lo que estás haciendo allí? Te encuentras golpeado, ensangrentado y embarrado, ¡y desde el principio las cosas van a peor!

    Para recuperar el control, ¿qué es lo primero en lo que debes centrarte? ¡En cuál es el juego y dónde está tu objetivo! Cuando tomas conciencia de que estás jugando al rugby y ves tu objetivo, rápidamente pierdes interés en lo golpeado, ensangrentado o embarrado que estás. ¡Ahora estás metido en el reto!

    Pero entonces, aunque sepas hacia dónde te diriges, seguirás sintiéndote paralizado y a merced de fuerzas mayores que tú, hasta que hagas ¿qué? Determinar el siguiente movimiento. Izquierda o derecha; pasar o correr. La siguiente acción.

    ¡Ahora estás en el juego! Aunque sea un juego difícil, con las probabilidades aparentemente en contra. (¡Y cuanto más sea así, más noble será tu esfuerzo!) Los dos elementos básicos y más críticos que necesitas tener claros, para comprometerte plena y positivamente en lo que estás haciendo, son (1) el objetivo o resultado que te propones, y (2) el siguiente movimiento físico para dirigirte en esa dirección.

    Acabas de perder tu trabajo. ¿Qué es lo que quieres que ocurra ahora con tu carrera y cómo tienes que empezar a hacerlo? Acabas de tener un revés importante en tu salud. ¿Cómo quieres sentirte respecto a tu situación y qué necesitas hacer para conseguirlo? Cuando el mundo a tu alrededor ha cambiado, de la forma que sea, la pregunta doble es: ¿qué significa «éxito» para ti —AHORA— en relación con ese cambio qué actividad te hará avanzar —AHORA— en esa dirección?

    No es lo que está pasando en tu mundo lo que es bueno o malo. El mundo simplemente es lo que es. Lo que marca la diferencia para ti es cómo te comprometes con él. No puedes ignorarlo sin ser víctima de él en tu actitud. Como te dirá cualquier piloto de carreras de alto rendimiento, ir por inercia es el comportamiento más peligroso.

    Tienes que estar involucrado con los pedales. Tienes que jugar. Tienes que meterte en el juego en el que estás.

    David Allen